Laia Mataix Gómez.- EFEverde.- “Sin agua no hay tierra”, asevera Luis María Diez Picazo, un buceador que dedica parte de su vida a limpiar los fondos de mares y océanos, una actividad que -subraya- “es el único deporte que me saca de la silla y que me permite olvidar la discapacidad”.
Tras un accidente en 2010 Diez Picazo quedó tetrapléjico pero salió del hospital con el propósito de no ponerse límites y hacer todo lo que siempre había querido practicar. Eso incluía el buceo y hoy suma más de 150 inmersiones.

Diez Picazo en una de sus inmersiones. Fotografía cedida por Juan Alarcón García.
“Situación denigrante”
Sus primeras inmersiones tuvieron que ser guiadas y con la ayuda de especialistas, pero su objetivo era ser totalmente autónomo bajo el agua, por lo que entrenó intensivamente en la piscina para “poder bajar y no depender de nadie”.
“Las primeras veces no te das cuenta de cómo está el mar, porque estás muy eufórico viendo los peces y la belleza submarina”, aunque Diez Picazo pronto tomó conciencia de la “situación denigrante” en la que se encuentra, especialmente a su llegada a Valencia, donde actualmente realiza la mayor parte de las inmersiones.
Ante esta constatación, siempre que baja al fondo del mar intenta recoger todas las cosas que ve, dentro de lo que le permiten sus manos, que sufren un cierto grado de paralización tras el accidente.
Obstáculos para la limpieza

Diez Picazo en una de sus inmersiones. Fotografía cedida por Juan Alarcón García.
Aunque está intentado sacar basura del mar, algo que no es “nada malo ni lucrativo”, Diez Picazo lamenta que los trámites que tiene que seguir para poder hacer las limpiezas son excesivos y limitan su actividad altruista.
Sus más de 150 inmersiones le han dejado clara una cosa: “si el mar no funciona bien, la tierra no funciona bien, porque el pulmón del planeta está sumergido y son muchas cosas las que se desajustan si no se cuidan los mares y océanos”.
Para intentar revertir el deterioro submarino, Diez Picazo recuerda que “todo lo que usamos en la tierra va al mar, todo lo que tiramos al suelo acaba en el mar de alguna u otra manera”.
Mejor adaptado que la tierra
En la superficie, continua, “a veces mi lesión me supera, pero no porque esté en una silla de ruedas o porque no pueda hacer algo, sino que me superan las barreras arquitectónicas, que se aparque en los lugares reservados, o la propia actitud de la sociedad”.
Tras el confinamiento, con casi tres meses de inactividad en la que el mundo entero se ha parado, “había bastante más vida” en el océano, explica Díez, aunque en el momento en que las playas han vuelto a llenarse, “se ha acabado” el momento de paz.
“Si pudiera estar ahí abajo, la tierra no la toco para nada”, concluye Diez, que pide más concienciación porque “el día que acabemos con el océano, acabaremos con nuestro futuro”. EFEverde
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